miércoles, 19 de marzo de 2014

Flip y yo empezamos a entendernos.

Desde que Flip vive con nosotros y, a base de observarle cada día, he llegado a la conclusión de que es bastante inteligente y no deja de sorprenderme. Así que estoy empezando a sentir una cierta fascinación por los saltamontes.

Como estos días está haciendo más sol y más calor, está muy activo. Pasea mucho y llega hasta la bombilla que está justo encima de la ventana, algo que antes nunca había hecho. Yo, aún a riesgo de parecer pesada, siempre le aviso de que se ande con cuidado, pues ahora que Mamá y Papá  Mirlo han anidado en el jardín, cotilleo que él mismo me adelantó (y que es cuestión de días que salgan tres hermosos polluelos de esos huevitos tan monos), es un plato muy tentador.


Hay veces en las que parece que me hace caso, porque al rato de decirle las cosas, él vuelve sobre sus pasos y regresa a su rincón.

Y yo creo que también estoy empezando a comprenderle. Después de tantas semanas siendo vecinos, empecé a preocuparme porque veía que no comía nada. Cierto es que con el frío ha estado bastante aletargado y apenas se movía, por lo que deduzco que su gasto energético era mínimo, pero a ver, no es un oso, no está gordo ni tiene unas reservas enormes para pasar el invierno, de modo que una mañana le di una charla un poco maternal diciéndole que tenía que probar bocado porque si no iba a enfermar. El caso es que se encaramó al ciclamen del alféizar y le pillé comiendo un poquito del pétalo de una de las flores. Me puse muy contenta, la verdad, y respiré un poco más tranquila.

Una mañana, mientras él tomaba el sol, le coloqué cerca una macetita de albahaca que compré en el mercado. Y algo en mí presentía que le iba a gustar. Y desde luego que le gustó, porque a los pocos minutos le vi subido en una de las hojas y supongo que dándose un festín, porque hoy comprobé que le falta una buena porción. Y es que come muy rápido y trozos bastante grandes de cada atacada. A día de hoy, ya son varias las hojas las que han sido reducidas a un trozo pequeño y de regalo, varias caquitas al rededor.



La verdad es que ahora que estamos disfrutando de un pequeño adelanto de la primavera, nuestros desayunos en el jardín son más distendidos. Podemos charlar durante más rato sin miedo a quedarnos congelados. Y desde el rincón nos observan Papá y Mamá mirlo, siempre pendientes pero cada vez más confiados, porque saben que no le haremos nada a sus polluelos. Es más, les estamos esperando como agua de mayo. Estamos todos bastante entusiasmados con la idea de ampliar la familia.

Flip va a montar una fiesta, como esas que montan en las películas en las que todo el mundo regala un montón de cosas pomposas y suaves a la mamá y al retoño, pero algo más en petit comité. Y yo le estoy ayudando un poco con los preparativos, la lista de invitados, la decoración... esas cosas.

Aunque la verdad, yo no sé qué regalarle a los polluelos, porque un ganchillo tan pequeño no sé si me va a salir... Había pensado en comprarles un cojín bien mullidito para que, si se caen cuando salten del nido, no se hagan daño.



4 comentarios:

  1. Ooooooooooooh es como yo, adicto a la albahaca (sí, me comí todo el arriate durante el invierno y ahora necesito otra maceta).

    Ahora en serio, me parece una historia tan tierna ♡

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    1. Es que la albahaca huele taaaaaaaaaaaaaan bien.... ^_^
      ¿Te gusta? Me alegro infinito!! Espero recuperar la inspiración en breve para continuar con la historia. Han pasado tantas cosas desde entonces....

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  2. He conocido tu blog a través de CyN así que me uno :-D
    Bonita historia!

    saludos
    setratadeviajar.blogspot.com

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    1. Muchísimas gracias!! ya es que no uso mucho el blog, pero agradezco enormemente los comentarios. ^_^

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